
A menos de un año y medio de mandato, el gobierno volvió a cambiar la estrategia económica, producto de la propia insostenibilidad del programa anterior y recurrir al FMI volvió a ser la salida. La implementación del nuevo esquema cambiario no fue un “cambio de fase programado”, sino una consecuencia inevitable. Los más de U$S 13.600 M obtenidos del FMI y otros Organismos Internacionales le permitieron eliminar parte del cepo e implementar un sistema cambiario de bandas.
Para sorpresa de muchos, a la salida del cepo el dólar se ubicó mucho más cerca de la banda inferior. Atento a que el programa limita al BCRA a vender dólares sobre la banda superior, una hipótesis es que fue el Tesoro quien salió a vender para “guiar” el precio del tipo de cambio. El balance semanal del Banco Central hace esa hipótesis plausible.
El nuevo esquema cambiario no altera las condiciones estructurales. No queda claro cómo el BCRA comprará reservas para cumplir con la meta del FMI y genera incertidumbre respecto al proceso inflacionario.
En una economía en donde la inercia y los mecanismos de indexación están tan aceitados, la excesiva volatilidad del dólar puede generar que la inflación se exacerbe. El aumento de precios se acelera cada vez que el dólar se acerca a la banda superior, pero los precios no bajan cuando pasa lo contrario, producto de la rigidez de precios a la baja.
A mediano plazo la estrategia oficial es apostar a un posicionamiento geopolítico cercano a EE.UU. que ayude a reabrir los mercados de deuda para 2026. Será determinante lo que suceda con el contexto internacional.
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