
La asunción de Donald Trump como presidente de los EEUU parece ser un hito que marca un cambio de época, donde el globalismo predominante en las últimas décadas sucumbe frente a un creciente nacionalismo en las potencias occidentales.
El cambio de época desembarcó en Argentina con un presidente distópico que ocupa el papel de personaje gracioso dentro de la nueva derecha occidental. Nuestros libertarios combinan la agenda antiprogresista de sus padrinos del Centro, con un colonialismo cultural y geopolítico donde prima la sumisión a los EEUU como interpretación del interés nacional. En materia de política económica externa, ello se traduce en un liberalismo extremo que busca priorizar la integración con occidente a través de Tratados de Libre Comercio (TLC) con EEUU y Europa por sobre Asia.
En la Argentina del siglo XXI, los proyectos políticos que se alternaron en el poder oscilaron entre un nacionalismo industrialista que buscó recrear el proceso de industrialización sustitutiva de mediados del siglo pasado, y un liberalismo agrícola, minero y petrolero que intentó revivir la experiencia del “granero del mundo” de un siglo atrás. La actual gestión libertaria se produce en el marco de un renacer proteccionista en occidente.
Los flujos comerciales muestran que Argentina ya se encuentra más integrada al mundo Occidental que a China. La excepción es el sector agropecuario que tiene a China como su principal destino, y compite directamente con productores norteamericanos. Realidad similar muestran los flujos de IED y el origen de las principales empresas que operan en Argentina. Lo mismo ocurre con el financiamiento externo que ha recibido nuestro país en los últimos años.
Seguí leyendo el informe completo aquí